jueves, 7 de julio de 2016

Cultura : Recuerdos del Colegio "Simón Rodríguez" II "La Vaca", por Sixto Fernández Alvarado "Conde Chaucato"


NASCA: RECUERDOS DEL COLEGIO “SIMÓN RODRIGUEZ” II
LA “VACA”

Amable lector: Todos tenemos mustios, melancólicos y también jocosos recuerdos de nuestro paso por la escuela y el colegio. Con el gentil respaldo de nuestros compañeros y amigos de ayer y de siempre, continuamos rescatando algunos de ellos, desde los recónditos y viejos anaqueles de la memoria, para compartirlos, con el sano objeto de entretener, que también es uno de los hermosos roles del periodismo y que se dispensa en éste ilustre diario.

Como ya hemos señalado en otras páginas, la muchachada de nuestro querido colegio (y no era ajeno más de un profesor) profesaba un sentimiento colectivo de devota admiración por la “VACA”, bella y exhuberante ex alumna que laboraba como secretaria del plantel. Favorecida por la Madre Naturaleza, en un pueblo de conservadoras costumbres, a su paso llamaba la atención hasta de respetables y circunspectos nasqueños “entrados en años”. Jamás supimos y quizás no sabremos quién fue el profano y lujurioso que le puso el apodo.

Por las mañanas, su llegada al colegio era anunciada por una espontánea y estentórea voz: “¡ALLÍ VIENE LA “VACA!”, entonces y entre empujones y codazos, nos agolpábamos en los pasillos y/o ventanas para contemplarla, ¡absortos y abobados! Adentro y tal vez con igual ó mayor pero bien disimulada ansia, la plana docente varonil la saludaba ceremoniosamente aplacando sus más íntimos pensamientos.

: A las 10.00 a.m. y apenas sonaba la campana anunciando el recreo, se esparcía el alumnado en los patios y campo deportivo. Más en medio de ése ambiente festivo y especialmente en el Patio Principal, flotaba una situación expectante que se materializaba cuando nuevamente aparecía la “VACA”, acompañada por algún solícito y galante profesor ó Auxiliar, y a veces por el señor Director ‘e incluso el cura! Entonces, todo alboroto cesaba, el juego de pelota se detenía y los rostros…todos los rostros embelesados, centraban su atención en ella. ¿Juego de “inmóvil”? ¿Toque de Queda? Nuestra irreverente lectura de ése instante supremo nos hace compararlo con la anunciación del “Ángelus”: la “Vaca” era ni más ni menos como la “encarnación del verbo” repartiendo “indulgencias” por doquier a todos sus devotos feligreses.
Divina, radiante, como una reina paseando por sus dominios en medio de rendidos súbditos y esclavos, se dirigía hacia el Kiosco que despachaba la señora madre de nuestro siempre querido profesor don Víctor Alanya (“¡Juventud, Divino Tesoro!”). Mas cuando sonaba nuevamente la campana señalando el término del recreo, un grueso sector de la muchachada no retornaba a las aulas hasta no verla pasar de regreso.

¡Tan! ¡tan! ¡tan! Ordenaba la salida la imperativa campana. “¡Un momentito de su atención, señores, por favor!” solían demandar algunos profesores, para cerrar la última línea de la clase en la pizarra. Nadie hacía caso, los muchachos ganábamos la calle y ellos se quedaban solos…
Una vez afuera y si por obra de la gracia divina, coincidía la salida de la “VACA”, rumbo a su domicilio (siempre acompañada por uno o más solícitos y galantes profesores ó Auxiliares, y a veces por el señor Director ¡e incluso el cura!), nutridos grupitos de alumnos, se agolpaban disimuladamente detrás del cortejo como en una procesión.

EL BAÑO DEL PLANTEL, TEMPLO DE ADORACIÓN A LA “VACA”

El baño, el que conocimos en nuestra época de Simonianos, habíase convertido en una “Galería de Arte”: en sus paredes y también en el exterior e interior de las puertas de los reservados y en los urinarios, se ofrecía a la contemplación, diversidad de “grafittis” y apasionadas declaraciones e inscripciones realizados con pluma “fuente”, lapicero, plumones, etc., con una sola temática: ¡LA “VACA”!

Allí abundaban figuras humanas, penes grotescos y de diverso tamaño y corazones atravesados por sendas flechas, con la inscripción: “El profe Aldo y la Vaca”, “Vaca, I Love you”, “El Camarón Nicolás (el cura, profesor de Religión) y la Vaca”; “El “Borrado (el señor Director) y la Vaca”; “Yo me c…. a la Vaca”; “El “Tícher” y la Vaca”; “El Pollo Pineda (Auxiliar) y la Vaca”, “Aragonés (alumno) y la Vaca”, “Negro Conca (Auxiliar) y la Vaca”, “Cebollín (Auxiliar) y la Vaca” “Cholón” (señor Regente) y la Vaca”; “La Vaca y yo nos amamos”; “Vaca, ¡eres mía y siempre lo serás!); “Vaca: ¡Siempre te amaré!”, etc., etc.

Al pie de muchos dibujos y leyendas se apreciaban fechas de antigua data: testimonio generacional de los Simonianos, del encendido amor y también ardor, delirio y frenético erotismo (por no decir “arrechura”) que despertara en ellos la correcta, diligente, eficiente y atractiva secretaria. Comentario aparte es que, entre los autores de los dibujos, ninguno permitía avizorar un “Goya”, un “Velásquez”, “Tiziano”, “Courbet” ó “Botticelli”, etc. Y sin embargo, sus obras “hablaban” por sí solas legando a la posteridad, la obsesión cuasi general del estudiantado.

Cincuenta años y más, después de todo ello, nos permitimos afirmar enfáticamente, que aquel baño fue, durante una época, ¡Solemne Templo de adoración a la VENUS del colegio: ¡LA “VACA!”. No sin reiterar nuestro respeto y aprecio por aquella dama nasqueña que, sin proponérselo, encandiló a varias promociones de estudiantes, profesores y Auxiliares, Directores… ¡Y quizás también al cura!

EL “MARACANÁ”

Con el nombre del coloso deportivo brasileño, la muchachada del “Simón” bautizó a un gran hoyo practicado en terrenos situados frente al colegio y que habían pertenecido a un antiguo y magnífico fundo propiedad del poderoso, don Lorenzo Espejo y Bravo. En tiempos en que aún no había “explotado” la fiebre y voracidad “urbanizadora” en nuestro pueblo, en ése lugar se posicionaron fabricantes de adobes extrayendo varios metros de magnífica, arcillosa tierra, dejando irresponsablemente inmenso forado.

El ingenio juvenil fijó su atención en el lugar destinándolo para programar en su interior las infaltables peleas estudiantiles. Nosotros experimentamos en carne propia haber protagonizado una de ellas. Claro que para llegar a ése recinto se desarrollaba antes un proceso: en la escuela o el colegio no faltaban motivos para pelear “por quítame esta paja”: una broma, apodo ó insulto; que te escondieron tu cuaderno, los galones, la cristina ó la corbata; que te mancharon ó rompieron el uniforme, que te acusaron con el “profe”, que te quitaron el asiento en “tu” carpeta, etc. Y también habían otros poderosos motivos, como que te estaban afanando a tu hermana y el pata no te caía bien, ó que el rival está hablando por doquier que también se “chapaba” a tu gila a tus espaldas y por último, que te digan en tu cara “c. de tu m.” ¡ofensa criminal que solo “se lavaba con sangre”!

Como toda disputa, primero y en muchos de los casos, los líos potenciales se allanaban mediante el diálogo y conciliación, el “aclare” de las cosas, acompañado de algunas disculpas de parte o mutuamente, seguido de un apretón de manos. Casos difíciles no los había muchos y sin embargo había muchachos “profesionales” en eso de la insidia, instigación, etc. Que no fomentaban un arreglo pacífico sino que hacían de todo para que se tradujera en una pelea.

Ellos iban por separado y le soplaban confidencialmente a cada rival que el otro había dicho que era “mariquita” y que incluso juraba que se chapaba a su “hembrita”. Y les aconsejaban que eso no se quedara así y que tenían que zanjarlo con los puños y no con palabras. Además solían tomar partido y elegían la “esquina” de uno de los contendores dándoles consejos de cómo mirar fijamente al enemigo, meterle “boca”, patada por aquí, puñetes por allá y cabezazos por acullá, etc.

Picados de ésa forma, los rivales debían retarse públicamente, por lo que, acompañados cada uno por su “padrino” trababan un breve intercambio verbal seguido por un escupitajo en el suelo el mismo que pisaban y/o también con el clásico “enganche para la salida” que consistía en asirse con el dedo meñique. Así pactado y oficializado el duelo, corrían los “padrinos” a divulgar el duelo en todo el colegio, incluso para hacer las coordinaciones porque a veces se juntaban dos peleas las cuales, según los nombres de los retadores, solían atraer menor ó mayor aforo al “Maracaná”. Los mensajes y correos se hacían evitando en lo posible que lleguen noticias a los Auxiliares de Educación.

Apenas sonaba la campana de la salida y ultimados todos los detalles, los “padrinos”, confortaban y daban fuerza a sus “dirigidos”: “…Tú no te preocupes, yo cuidaré tu maletín, tus cuadernos y todas tus cosas…no te olvides de todo lo que te he aconsejado, ¡Pégale duro! Para que te tenga miedo!”
En éstos menesteres de “corre, lleva y trae” hubieron enterados expertos de los cuales recordamos a nuestro gran amigo “Chicho” Uribe (Q.P.D.) quizás por ello, apodado popularmente como ¡“Veneno”!
Cruzaban los peleadores seguidos de expectante muchedumbre y al llegar al foso se hacía bajar a los rivales mientras la “barra” de cada uno se situaba frente a frente. Costumbre muy peruana, los peleadores se gastaban un previo duelo de reclamos, reproches e insultos, girando y girando e incluso con algunos golpes de pecho, para criar y llenarse de ira. Según demorara éste previo, las “barras” rugían y carajeaban exigiendo entrar en acción. Hasta que se producía la trompeadera y éstas celebraban cada golpe de sus favoritos: “¡Ya lo tienes!” “¡Dale, no lo dejes!”

Hacemos un paréntesis para citar recordada pelea entre nuestros compañeros Guido Héctor Guerra Rojas y Humberto Peña Córdova: Antes de iniciar la bronca, Guido invitó al Ñato Peña: “…nada de patadas…” lo cual fue aceptado. ¡Sin embargo cargó como gallo “pateador” con una incontenible andanada de éstas! Sorprendido e incluso caído y recibiendo una patada tras otra, ¡el Ñato, como gallo de buena casta, se repuso y volteó la pelea a su favor obteniendo un ruidoso triunfo!
Así como en ésa pelea y otras, al imponerse la fortaleza y/o quizás también un golpe de suerte de uno de ellos, se declaraba al vencedor y mientras los “padrinos” y algunos “leales” extraían a los gladiadores del foso, la velada siempre cerraba con “broche de oro”: pertrechadas previamente con “terrones” (pedazos de adobe ó guijarros de tierra”, entre las dos barras se desataba una guerra campal generalizada que culminaba con veloces carreras por los algodonales para ponerse a buen recaudo. La mayoría enfilábamos por el callejón que bordeaba el Cementerio “Laico” y el vetusto “San Clemente” , alcanzando el club “Francisco Oropeza” y repartiéndonos hacia la Plaza de Armas, calle Tacna, calle Arica, calle Callao, ó Avenida Canales, etc.

Estas correrías de muchachos, amable lector, sucedieron en nuestro amado pueblo de Nasca, en aquellos años felices que jamás volverán.

( Condechaucatoyahoo.es )

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