lunes, 24 de noviembre de 2014

Cultura y Eventos : Cofradías de Santiago de la Nasca II

COFRADÍAS DEL PUEBLO SANTIAGO DE LA NASCA

II PARTE

LA COFRADÍA DE LAS BENDITAS ÁNIMAS

En la primera parte de éste artículo, señalamos que en nuestra amada Nasca, alrededor de 1617 y 1653 existieron unas 6 Cofradías bajo diversas advocaciones: de Nuestra Señora de Copacabana, de la Virgen de la “O” de la Virgen del Valle, de la Virgen de la Purísima Concepción, de San Sebastián y también de la Benditas Ánimas. En la presente parte, nos ocupa ésta última Cofradía, creada originalmente en España en 1701 por los franciscanos y posiblemente la que existió en el antiguo pueblo Santiago de la Nasca debió seguir un patrón organizativo similar: Ellas eran conducidas por uno de los eclesiásticos de la Villa con el concurso de “Diputados” “Mayordomos” elegidos entre los hermanos seglares (no religiosos), para el cobro de rentas, recepción de limosnas y administración del dinero de la Cofradía; Limosneros y un Secretario para guardar de los libros de la cofradía. Todos los miembros estaban obligados a aportar a ésta, hombres como mujeres. Se aceptaban ancianos y hasta enfermos graves, a cambio de una “matrícula” de mayor monto. A cada cófrade fallecido se le tributaba una misa conventual con su vigilia, y un responso el día festivo inmediato. Por este oficio los sacerdotes oficiantes –que no eran tan espirituales- percibían “limosna” contante y sonante. Nada hacían gratis. Además cada cófrade, “socorría” el alma del difunto con una visita de altares y las mujeres, con una visita de calvarios.

Cada año, el martes de “carnestolendas” la Cofradía desarrollaba un Oficio General por las benditas ánimas de la Parroquia con una vigilia, misa conventual y procesión, como el Día de los Difuntos. Por dicho oficio al que estaban obligados a asistir todos, también se pagaba a los sacerdotes, igual que a los funerales de los Hermanos fallecidos, bajo pena de multa. En 1879, se estableció que el cófrade que estando en el pueblo no asistiera al entierro de un Hermano, pagaba como pena, un cuarterón de cera. En otra época se acordó que todo aquel que faltare por tercera vez a la muerte de un Hermano sin motivo justificado, sería expulsado. Las “Misas de bien” por los difuntos, se anunciaban con una señal después de tocar el primer clamor el día de su fallecimiento y entierro. En todos los entierros y oficios se sacaba el estandarte negro y las “insignias de ánimas”.

Era costumbre celebrar dos misas por el Sufragio a favor de los difuntos, el primer domingo de Mayo y el último de Noviembre. También era una arraigada costumbre que al anochecer, durante los primeros seis días del nuevo año, la Cofradía recorría las callecitas del pueblo rezando y cantando por las Animas Benditas, anunciados por el tañido de la esquila (campana) ó cencerro. Y seguro que sus miembros imponían respeto y temor en el común de las gentes, vestidos con una capa de paño negro y alumbrados con dos tenues faroles. En tiempos en que en Nasca no había luz eléctrica y solo cuatro faroles en las cuatro esquinas de la Plaza de Armas. Y éstos se detenían ante las viviendas y preguntaban: ¿SE CANTA Ó SE REZAAA? Y según la respuesta de los moradores, se rezaba ó cantaba las Coplas de Ánimas y al final recibían una limosna. He aquí algunos de los versos que entonaban:

I

Por las barandas del cielo, Se pasea una doncella,
Vestida de encarnación, porque Cristo encarnó en ella (bis)

Estribillo

No me cierres la puerta, ten caridad
Que dios está en los cielos, te premiará.

II

Almas, si queréis gozar, del divino consistorio,
Dadle limosna a las almas, que están en el Purgatorio (bis)

Alrededor de 1848 las Cofradías tuvieron una organización “militar” y además del cura y según la jerarquía de los miembros, se les nombraba como “capitán”, “alférez”, “sargento”, “cabo” (primero, segundo y tercero), etc.
La cera y el dinero de la cofradía se guardaban en un arca con dos llaves que estaba siempre en la sacristía. Las llaves se las repartían el cura y los mayordomos. En dicha arca siempre estaban depositadas doce velas de a media libra para cuando fueren necesarias.

Cierto capítulo de su estatuto mandaba que todas las noches hubiera un hombre que "al tocar las aves marías" voceaba en las esquinas de las calles en voz alta e inteligible: "Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar y María Santísima Nuestra Señora sin pecado original en el primer instante de su natural, amén. Hermanos, acordémonos de aquellas Benditas Animas del Purgatorio que están padeciendo grandísimas penas, socorrámoslos con un padre nuestro y un avemaría para que cuando nos hallemos haya quien por nosotros haga otro tanto".

También llamaba a los cófrades para las reuniones o juntas que el cura determinaba. A su muerte recibía como pago de su aporte, los servicios espirituales de cualquier cofrade, sin que se le fuera exigido pagar entrada ni salida.
Los cofrades que protagonizaran escándalo o fueran cultores del vicio, los reprendía el abad dos o tres veces, y si no se enmendaban los expulsaba. También Estaba totalmente prohibido realizar un “gasto profano” con los dineros de la Cofradía, bajo riesgo de su disolución.

En las juntas, presididas por el cura, los hermanos debían respetar un orden para sentarse, según el Libro de Inscripciones en la Cofradía. Solo estaban exceptuados los oficiales, quienes se ubicaban después de los sacerdotes. Ningún cargo civil ó político prevalecía.

Cuando un cófrade recibía el viático, los cofrades que se hallaban en el lugar tenían que asistir y orar para que el enfermo recobre la salud o tenga una buena muerte, y el cura principal señalaba a dos, uno eclesiástico y otro seglar, para que le acompañen cada noche hasta que mejore o muera, a fin de que lo consuelen. Seguramente que en el pueblo de Nasca de aquellos tiempos, ellos hacían acto de presencia en la “Sala De Profundis” donde se velaban a los difuntos, ubicada al lado del antiguo templo que destruyeron los sismos de 1915 y 1942.

Entre las actividades para procurarse fondos, la Cofradía juegos de Rifa, del “Revoloteo de la Bandera” y “El Sacrificio del Gallo Enterrado”. Con relación a éste último, es oportuno manifestar en descargo de las Peleas de Gallos, fiesta tradicional nasqueña y que han sido acusadas por algunos de espectáculo cruel: por lo menos en ellas se enfrentan los paladines en iguales condiciones, mientras que en la Fiesta del Gallo Enterrado, era un espectáculo mucho más cruel: se enterraba al gallo dejándole visible solo la cabeza. Luego los mozos disputaban para degollarlo con un solo golpe de espada ó machete, con los ojos vendados y luego de darles varias vueltas para desorientarlos. He aquí pues, el “cristianísimo” y festejado canto que animaba la competencia y que era coreado por el cura, su piadosa Cofradía y el pueblo:

"Con la licencia de Dios
y la del señor Alcalde
¡Hemos de matar el gallo!
en sin meternos con nadie.
Ya se te ha acabado, ¡oh gallo!
el dormir con las gallinas
y el cantar por la mañana
saludando al nuevo día”.

Todo aquello conformaba, amable lector, parte del misticismo y folklore trasladado por los iberos conquistadores a pueblos como NASCA. De todo aquello, solo nos quedan, vetustos archivos y apolilladas páginas…

( Sixto Fernández Alvarado / condechaucato@yahoo.es )

No hay comentarios: