martes, 25 de noviembre de 2014

Cultura : Las Cofradías de Santiago de La Nasca III

LAS COFRADÍAS EN EL ANTIGUO PUEBLO SANTIAGO APOSTOL DE LA NASCA

III PARTE

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y EL CULTO A LOS MUERTOS, A PROPÓSITO DE LA COFRADÍA DE LAS BENDITAS ÁNIMAS

Por: Sixto I. Fernández Alvarado

Desde 1548 más o menos, según el Historiador, R.P. Alberto Rossell Castro, el ancestral pueblo Caxamarca ó Caxamalca de la Nasca conoció el agua bautismal del ritual cristiano, cuando los principales curacas nasquenses como don Francisco Nanaska, y otros, se “redujeron” (bautizaron) ante los primeros españoles que se asentaron allí. Y seguramente que desde antes, cuando la guerra Pizarro-Almagro y las sucesivas incursiones y estadías de éstos; y también del rebelde Hernández Girón y hasta el terrible Carbajal, entre otros. Todos ellos, “levaron” por la fuerza a decenas y tal vez cientos de indígenas nasquenses para engrosar sus huestes. Esto y el saqueo de víveres y otros pertrechos arruinó –según ha señalado un cronista- al entonces próspero valle nasquense.

Sabido es que muchos curas “doctrineros” enviados a cada “cabecera “de pueblo, que tuvieron falso discurso y no predicaron con el ejemplo, fueron cuestionados e incluso se ordenó examinarlos en cuanto a su fe, vocación, etc. Porque su mal desempeño había generado airadas protestas de los indios “catecúmenos “e incluso su fuga masiva y migración hacia las montañas. Y es que los doctrineros debían hacer una labor en paralelo a la “Extirpación de idolatrías”: No podían destruir los ídolos y guacas de los conquistados sin inculcarles el mensaje de la nueva religión.

También cuenta la Historia que, pese todo éste empeño de suplantación de los cultos locales por los foráneos y que progresivamente fueron siendo aceptados por los indígenas, éstos se las ingeniaron para “ver” en los ídolos ajenos (vírgenes de yeso, Cristos de madera, cruces, etc.), algunos ídolos propios y también algunos de sus rituales, en un lento proceso llamado “SINCRETISMO”. Incluso se ha señalado que los indios ocultaban detrás de los santos cristianos en las hornacinas de los templos, a sus ídolos, y también en las andas durante las procesiones. Este híbrido religioso que se practica en muchos pueblos del Perú actual, especialmente andinos, ¡No es el Cristianismo que fundó Jesús!

Y entonces y por añadidura, el culto a los muertos también debió tener su sincretismo propio: Los nasquenses concebían a la muerte como un tránsito hacia otra vida, por ello momificaban a sus difuntos sin eviscerarlos; los colocaban en posición fetal y en su tumba, colocaban a su alrededor alimentos, sus útiles, armas e instrumentos, etc. para que los utilizaran en su otra vida. Tanto en su época como bajo la hegemonía incaica, sus costumbres no variaron: todo el pueblo lloraba al difunto y tenían “endechaderas” (hoy les llamamos “plañideras”) que destacaban las virtudes de éste en medio de grandes lloros.

¿Hasta cuándo continuó la “idolatría” nasquense y el culto a sus muertos, pese a la implantación del Cristianismo? Casi imposible saberlo lo cual nos invita solo a especular con ciertos datos: A partir de 1548, los curacas arriba citados hicieron donación de sus bienes a la iglesia bajo promesa de que sus cuerpos serían sepultados, no en sus míticas “guacas” (persuadidos que allí se había posicionado el demonio), sino en lugares SANTOS, como calificaban a las iglesias.

Lamentemos una vez más que en Nasca desapareciera todo rastro y memoria del primer templo que se edificó luego de la fundación del pueblo colonial (1548), fundación que por lo cierto NO FUE HECHA POR ESPAÑOLES, por tanto jamás se hallará el Acta de Fundación, pese a lo que afirman ciertos cronistas: que fue fundado el 28 Octubre de 1548 por don Alonso de Mendoza, encargado por el pacificador don Pedro de la Gasca ó que lo hizo el Virrey don García Hurtado de Mendoza, en 1591. Esta última versión es más desechable que la anterior: Los Agustinos fundaron y construyeron a partir de 1591 un convento e iglesia; por tanto el pueblo ya existía. Y ellos han dado fe que fue fundado por el Curaca don García Nanaska (Padre).

En su testamento de 1569, don García Nanaska (hijo) señala que deja bienes y dinero a la iglesia (orden de los Agustinos) a cambio de que su cuerpo “sea sepultado en la iglesia” y se digan 200 misas por su alma (Ya se esbozaba la creación de Cofradía de las Benditas Animas). Indiscutiblemente ésa iglesia a que se refiere el curaca, estaba ubicada en el perímetro principal del pueblo como era costumbre. No existe referencia de cronista alguno sobre él y solo tenemos el texto de la Leyenda de Aparición de la Virgen de Guadalupe: cuenta que la mula que traía a cuestas el cajón con la imagen, dobló las patas en un lugar apartado del templo que se había engalanado para entronizarla, y que por ésa “señal” el pueblo asumió la voluntad de la Virgen de que se le construyera su templo allí. De acuerdo pues a tal versión, concluimos que desde 1810 en que sucedieron los hechos, se inició la construcción del nuevo templo cuyas ruinas conocimos hasta hacen unos años, mientras que el más antiguo, seguramente golpeado por los sismos habría sido demolido totalmente igual que sucediera más tarde con el convento agustino. Si se hubiera conservado algo de ése antiguo templo, hubiéramos podido comprobar si efectivamente había catacumba debajo de él con personajes nasquenses sepultos como se prometió al curaca.

Un valioso dato que confirma la certeza de que la extirpación de idolatrías se alargó varias décadas en Nasca, es el testimonio del R.P. Joseph de Acosta, ilustrado cronista de la Orden de los Jesuitas que llegó al Perú en 1572. En su obra “Historia Natural y Moral de las Indias” señala en el Capítulo V “Idolatría de Indios en casos Particulares” Pág. 17, “…en Caxamalca de la Nasca me mostraban un cerro grande de arena que fue principal adoratorio ó guaca de los antiguos…” Información recogida por Acosta en los cinco años siguientes a su llegada, tal vez en 1577.

Como ya lo citamos en la Primera Parte, la obra “Archivo de Cofradías del Arzobispado de Lima” indica que, en diciembre de 1641, el presbítero Agustín Vicente de Terrones, presenta una solicitud pidiendo licencia para que se construya “un altar privilegiado de las Benditas Animas en la iglesia del pueblo de Nazca”, con sus constituciones respectivas, no existiendo ninguna cofradía con ésta advocación que lo impida”

PARENTESCO INSOSPECHADO DE LA COFRADÍA DE LAS BENDITAS ÁNIMAS CON LOS RITUALES DE ROGATIVAS DE AGUA NASQUENSES

Toda la información previa ofrecida líneas arriba, nos ofrece la base para atar cabos sueltos: La estudiosa doña Margarita Gentile y su obra “Supervivencia colonial de una ceremonia pre-hispánica”, nos invita a correr uno de los velos del misterio: “Y se acepta la existencia y participación de una Cofradía de la Benditas Ánimas que invocaban milagros a las almas…” ; “Incluso las iglesias con un Altar de las Ánimas, si fueron sostenidos por la Cofradía homónima, podían haber sido centro de ceremonias que sin ser necesariamente igual a la que tratamos aquí, TAMBIEN TENGAN RELACION CON RUEGOS POR AGUA que es la hipótesis de trabajo que proponemos”. Esta tesis que aplaudimos, bien podría entonces validarse para Nasca, pueblo atormentado por las sequías: hasta ahora se ha aceptado unánimemente que los nasquenses hacían sus rogativas a los dioses para que éstos les envíen las lluvias.

Pero a nadie se le ha ocurrido que bien pudieron también –en paralelo- invocarles ésa misma súplica a las almas de sus difuntos y de sus antepasados. Esto abre la posibilidad cierta de que las llamadas CABEZAS-TROFEOS calificadas hasta hoy como “trofeos de guerra” hayan podido ser más bien, objetos rituales que portaban los danzantes en la cintura para clamar el milagro de las aguas.

Concluimos pues, sustentándonos en la tesis señalada de M. Gentile, que el Altar mandado construir para las Benditas Animas en el templo de Nasca (1641) haya tenido un doble fin: orar por las almas del Purgatorio y rogar también para que el sediento valle sea bendecido con las lluvias. Y si alguna duda existe, recordamos al lector que el principal oficio de ésta Cofradía se hacía en Noviembre, mes de los Difuntos y a la vez de expectativas de agua, como hasta la fecha acostumbran nuestros agricultores.

( Sixto I. Fernández Alvarado / condechaucato@yahoo.es )

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