miércoles, 23 de abril de 2014

Cultura : "Nasca : Asesinato de apócrifa leyenda"

NASCA: ASESINATO DE APÓCRIFA LEYENDA
PARTE I

Por CONDE CHAUCATO

(DEDICADO A NUESTRO GRAN AMIGO MIGUEL OBLITAS BUSTAMANTE, EXCEPCIONAL MÚSICO E INVESTIGADOR HISTÓRICO NASQUEÑO)

Gracias a su preferencia, amable lector, en “La Opinión”, diario local y regional que difunde cultura, puede Ud. acceder a temas de gran importancia histórica y cultural.
Por allí viene circulando una “Leyenda del Cerro Blanco”, dizque obedece al sub título “Leyendas de Nasca”, dizque perteneciente al título “Misterios y Símbolos de la Cultura Nasca”, cuyo nombre del autor hemos indagado sin éxito privándonos el honor de conocerlo hasta éste instante en que escribimos el presente artículo.

Apenas la hemos leído (gracias una vez más, a nuestra culta y fina amiga nasqueña Ingrind Eggersted), ganas hemos tenido de “meterle diente” como decía mordaz don Manuel Atanasio Fuentes. Claro que, -respetando distancias- él era el genial y limeñísimo “Murciélago” y nosotros… ¿nosotros? modestos pero orgullosos provincianos nasqueños que firmamos como “Conde Chaucato”, emulando a nuestro Ícono literario, el más grande de todos los que hemos leído: Conde de Lemos, don Abraham Valdelomar, hijo de la muy querida tierra iqueña. Pero no se crea que intentamos en estos tiempos, de revestirnos de ridícula y ajena aristocracia: el título de “Conde Chaucato” obedece a nuestro afán de exaltar el rancio linaje de una oriunda ave de nuestra tierra.
No, no hemos de “meterle diente” y el término “Asesinato” lo hemos parodiado del título de uno de los magníficos escritos del “Murciélago”. Por tanto, nos limitaremos a criticar ésa versión y luego cotejarla con la que consideramos auténtica, recogida por nuestro señor padre. Versión que está incluida en el proyecto del libro “Nasca: La Memoria Fernández” que habremos de publicar. Esta última reflejará entre otras que anhelamos hacer públicas, el orgullo que sentimos por ser nasqueños y pertenecer a una de las familias que supieron atesorar oralmente muchas historias, leyendas y costumbres antiguas de nuestro pueblo. Nuestros sencillos trabajos vienen acatando el imperativo mandato de nuestros mayores hoy ausentes.

La citada leyenda narra que ante el clamor del pueblo nasquense para calmar su hambre y sed, una deidad con forma de CÓNDOR se encarnó en hombre y extorsionó a la hermosa hija de un Curaca, exigiéndole su amor a cambio de solucionarles su aflicción. Ella aceptó y luego el dios le pidió llorar, y las lágrimas de ella se hicieron divinas y formaron un gran río. Luego la deidad, no conforme con haberla poseído, le demandó su alma convirtiendo a su cuerpo en el Cerro Blanco. Y continúa el relato diciendo que cuando veían un cóndor volar sobre el Cerro Blanco, les anunciaba avenidas de agua. Y también, que éste “Dios de las Alturas” y “Dios del Agua” llenaba permanentemente los manantiales. Y en contraposición y nueva contradicción, cuenta que el pueblo colocaba ofrendas una vez al año en la cima del Cerro Blanco para pedir a la “Diosa de los Cerros” el flujo continuo de agua en los puquios. En el último párrafo, el autor nos traslada de la leyenda embarcándonos en el género de las tradiciones, para luego decirnos que ésa diosa también era “Diosa de la Fecundidad”.

Apelando pues, a un mínimo coeficiente de inteligencia y también de lógica elemental, hemos intentado sin conseguirlo, de desmadejar la “trenza de chola” –perdón, orfandad de coherencia- que trasluce la comentada leyenda: Si el todopoderoso “Dios de las Alturas” dotó a Nasca de un “gran” río y además “llenaba de agua “permanentemente los manantiales”… ¿Por qué tendría que ofrendar y clamar el pueblo a la “Diosa de los Cerros” un “flujo continuo de agua”?

(Aquí hacemos un necesario paréntesis para expresar que nuestra abuela doña Isidora Lancho Vda. De Fernández, extraordinaria matrona nasqueña dotada de asombrosa lucidez hasta las vísperas de alcanzar los 105 años, ¡Jamás relató tal versión!)
Continuando con nuestra crítica, creemos que se estrella clamorosamente por sí sola la sugerencia del Cóndor como supuesta deidad nasquense, negada por su ausencia absoluta en la iconografía sagrada de ésta cultura: en ceramios, textiles y sobre todo, entre la gama de dibujos de las Pampas en donde se han contado hasta ¡18 figuras de aves! Y lo mismo hacemos extensivo a la jamás imaginada “Diosa de los Cerros”.
¿De qué cóndor, pues, trata ésta leyenda? Siendo como se supone, una leyenda costeña. Indudablemente que dicha especie ha inspirado fuertemente algunos mitos y cultos andinos pero que no se han dado igualmente en la costa, entre los pueblos yungas, llámese Nasca. Curioso es que tampoco trasciende en “Dioses y hombres de Huarochirí” considerada “una de las obras más completas y significativas que se hayan escrito sobre ideología mística del mundo andino”. En ése portentoso relato, la deidad colosal es Curinaya Viracocha, quien concede al cóndor –personaje secundario- larga vida a cambio de cierta información que éste le brinda. Y nada más.

Concluyendo nuestro sucinto análisis, confesamos que no hemos hallado en ésta narración un mínimo de “invención fabulosa” (como define el diccionario al género leyenda), sino un posible calco o mistura de otras narraciones de la cual nos llama más o menos por coincidente, la “Leyenda del Canal de la Achirana” de Ica y la demanda de amor que habría hecho el Inca (considerado como un dios por los aborígenes) a una princesa de Tate, para darle agua a su pueblo.
Acepte el anónimo autor, nuestro respeto a su inspiración y muy buena intención que lo haya animado a elaborarla y/o a la fuente de la cual se haya nutrido. Más nunca, nuestra conformidad e identificación.

Continuará…

Condechaucato@yahoo.es

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