viernes, 18 de julio de 2008

No le hagas ascos al guano

ANTXON AGUIRRE SORONDO (Diario Vasco)
Recientemente leí en prensa que el aumento del precio de los derivados del petróleo ha devuelto el interés por los abonos orgánicos. Me acordé entonces de la impresión que me causaron las islas Ballestas de Perú, auténtico paraíso del estiércol. Ubicadas al sur de Lima y no lejos de las misteriosas líneas de Nasca, estas islas han destacado en la historia económica del país andino por la rentabilidad de sus grandes depósitos de guano, guabo en idioma quechua, el excremento de las aves marinas considerado un poderoso fertilizante. Las islas Ballestas constituyen una de las reservas más importantes del Pacífico Sur y, como tal, un espacio privilegiado para los aficionados a la naturaleza y a la fotografía. Están pobladas por lobos marinos y pingüinos peruanos, además de las llamadas «aves guaneras» como el guanay, el piquero o el zarcillo. Muchas de estas aves se alimentan únicamente de anchoas, las cuales a su vez son ricas en componentes minerales por el fitoplancton presente en estas aguas bañadas por la corriente de Humboldt.
Precisamente fue el naturalista prusiano Alexander von Humboldt quien descubrió el principio químico por el que el guano de estas islas es un fertilizante de tan alta calidad (la razón está en sus altos niveles de nitrógeno y fósforo). En algunas de estas islas llegan a vivir más de un millón de aves marinas, las cuales generan 11.000 toneladas de guano al año. Sus excrementos se van amontonando en zonas de mucho calor, lo que junto con la escasa pluviosidad hace que se solidifiquen rápidamente. Doy fe de que en determinados parajes el olor es casi insoportable.
En la segunda mitad del XIX se extrajeron millones de toneladas de guano para su exportación, principalmente a Europa y Estados Unidos. Se dice que las islas Ballestas perdieron hasta 30 metros de altura. Pero en 1915 el químico alemán Fritz Haber descubrió la manera de producir sustancias de alto contenido en nitrógeno, dando origen a la industria química de los fertilizantes que arruinó el comercio mundial de guano. Ahora, con la crisis de los hidrocarburos, el mercado ha vuelto a poner sus ojos sobre el guano. La demanda ha aumentado, y muchos campesinos han bajado de las montañas para contratarse en estas explotaciones controladas por el Gobierno de Perú.
Así se retoma una actividad cuyas huellas más antiguas datan de la era precolombina, cuando ya los nativos obtenían guano en grandes cantidades para vivificar sus cultivos. Y puesto que ello aporta riqueza a este necesitado país, aquí nadie le hace ascos al guano. Menos aún se lo haremos nosotros.

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