martes, 1 de mayo de 2012
Cultura : "Hablando con María"cuento de Eleodoro Trinidad
HABLANDO CON MARIA
Por Eleodoro Trinidad
El mercado "La Paradita" ubicado en la actual calle Italia, varias veces arrasado por los desbordes del río Tierras Blancas, era en la década de los setenta, el lugar preferido por la legendaria María Reiche, quien después de sus agotadoras jornadas de estudios en las pampas, buscaba sosiego en este lugar.
La singular dama desaparecía en las inmensas pampas durante semanas y luego aparecía en la paradita, sonriente, embargada de felicidad por reencontrarse con sus humildes amigos y el placer que había descubierto en este lugar.
Venía cubierta de polvo y cargando sobre sus cansados hombros misteriosos secretos de los Nascas; siempre con su único vestido de dril, de color naranja desteñido por el uso y un viejo bolso de tela que colgaba de su hombro izquierdo. Sus manos siempre ocupadas cargaban largos porta planos, de donde a veces sacaba sus dibujos cartográficos con extrañas figuras, que sus amigos del concurrido mercadillo, no entendían y pensaban que eran producto de su imaginación.
Además mucho más antes la gente ignorante del pueblo había corrido el rumor que a una gringa loca le encantaba barrer el desierto y al parecer buscaba algo que se le había perdido.
- ¡ Que locura buscar semanas, meses, años algo que se le perdió en el desierto , debería dejarlo!-
Sin embargo sus despistados amigos, sencillos hombres y mujeres del mercado le tenían cariño y se decían – si así es feliz, bueno, cada loco con su cuento, además ella es tan buena que no nos importa.
Cuando llegaba por la paradita con su larga figura y su mirada noble, despertaba simpatía y ternura entre sus conocidos. Debajo de esos gruesos anteojos, sus ojos azules parecían haber conocido los confines de la vida. Había mucha sabiduría en su mirada y a la vez una gran calma que contagiaba a quienes conversaban con ella, sin embargo se transformaba apasionadamente cuando hablaba sobre sus amadas figuras.
Cuando ingresaba por la calle Tacna, y doblaba a la calle Italia, donde funcionaba la paradita, algunos comerciantes la miraban intrigados. En aquella época no era común ver a una gringa por nuestra calles, sin embargo pocos sabían que ella tenía un lugar especial que la atraía como un poderoso imán, un rincón de los dioses en medio de los kioskos de esteras y palos, donde abundaban las verduras y frutas traídas desde Lima, deliciosas cachipas de Uchuymarca, camotes de Acarí y frescas hortalizas de los campos cercanos de Nasca. María, ansiosa cruzaba la paradita en busca del incomparable, limpio y muy bien atendido kiosco de comidas de doña Florita Roldán, una arequipeña, afable y cordial que había robado su corazón. Su secreto: el más delicioso y jugoso pescado frito con arroz, acompañado de una deliciosa ensalada de cebollas que jamás nadie ha preparado por igual.
Después de varios días de privaciones en las pampas,lacerada por la soledad, la sorna y la indiferencia de la gente, María finalmente tocaba el cielo a través de su paladar deleitándose con el jugoso jurel frito acompañado algunas veces con el dulce camote morado de Nasca o una guarnición de arroz con frijoles. Su rostro animado y lleno de felicidad agradecía sin reparos las increíbles habilidades culinarias de doña Florita Roldán, quien la atendía como a una hermana querida, que frecuentemente regresaba a casa para sostener largas y animadas conversaciones.
Después que María dejaba el placentero lugar, curiosos comerciantes le preguntaban a Florita ¿que dijo la gringa? Y ella respondía - dice que en las pampas de Nasca hay inmensas figuras de monos, araña y otros animales más, que solo pueden ser vistos desde el aire y que han sido construidos por los antiguos nascas- Era imposible creerle, las únicas avionetas que volaban sobre Nasca eran aquellas que rociaban insecticidas sobre los plantíos de algodones y obviamente ni pensar que los antiguos nascas hayan volado para construir desde el aire.
Allí en la antigua paradita, la increíble María, fue feliz durante muchos años, hasta que su nombre empezó a sonar y fue reconocida por el gobierno por la defensa del patrimonio y le cedió una pensión del estado y una empresa le brindo de por vida una cómoda habitación en el suntuoso Hotel de Turistas ( hoy Nazca Lines )donde vivió después.
Allí también María fue feliz, adorada por los empleados que la adoptaron como una madre y la cuidaban como tal. Y ella, como una madre bondadosa era un pan de Dios, era el mana del cielo; durante la navidad distribuía entre todos ellos las ganancias que obtenía por el dictado de conferencias y la venta de sus libros. Los iba llamando uno a uno con una lista en la mano. Timoteo Gutiérrez… López… su corazón latía de felicidad cuando percibía la felicidad de sus humildes amigos del hotel, quienes inicialmente no entendían porque este desprendimiento. ¿Era gratitud?,¿ Era amor al prójimo?,¿ Realmente los había llegado a querer como a sus hijos? . Probablemente había todo de eso, pero lo que finalmente entendieron fue que a María no le interesaba el dinero ni la fama. Su mensaje era: hagan lo que yo hago ¡cuiden las pampas y sus figuras, el mas valioso aporte de los Nascas a la humanidad y no se aprovechen de ellas!
Años después, fui a visitarla para entregarle un libro de poemas “La cultura de la piedra y el barro”, encargo de un poeta ayacuchano, admirador suyo, cuyo mayor deseo era que el libro llegara a sus manos, ya que él por motivos de salud muy graves no podía viajar personalmente. Al ingresar al hotel y preguntar por María me anunciaron y me dijeron que me recibiría. Después de algunos minutos me dijeron que estaba lista para recibirme y la vi, estaba diferente, se encontraba bajo una pequeña higuera en una silla de ruedas, con su cabeza erguida y sus ojos sin brillo casi cerrados. Me acerque con gran respeto como si estuviera ante un altar, tome su mano y la bese, mientras la dama que la cuidaba me dijo sonriendo: a ella le encanta conversar con los periodistas.
Mi mente voló al pasado mientras hablaba con María. Ella me pidió que le leyera los poemas del libro, así que imposte la voz lo mejor que pude y fui declamando verso tras verso, pero no pude evitar seguir recordándola con su vestido naranja, caminado por el mercadillo, luego sentada sobre la mesa conversando animadamente con Florita Roldán.
- ¿Recordará María aquellos días felices cuando no era presa de esta maldita silla de ruedas? ¿Cuándo caminaba ligera entre las pampas y la paradita?
No pude más y de pronto la pregunta salió a boca de jarro :
- ¿doctora, disculpe Usted, recuerda sus visitas a la paradita donde Florita Roldán?
Note que su cuerpo se estremeció ante mi pregunta, casi podía sentir su corazón acelerándose al igual que el mío. Hubo un silencio, su rostro se preguntaba quien era yo y como sabía ese guardado pasaje de su vida, mientras dos lágrimas brillaron en sus ojos cayendo como torrentes sobre sus mejillas de ángel.
Su mano se levantó en el aire, buscando la mía que también fue a su encuentro hasta unirse en un solo puño. No fueron necesarias las palabras, nuestros corazones y nuestros recuerdos hablaron por nosotros. Mis ojos húmedos de mortal vieron en esos instantes a un ser humano precioso, pero mi alma percibió un alma infinita, el alma inmortal de una leyenda.