viernes, 30 de marzo de 2018

Nasca año 1870, capitulo III

NASCA: AÑO 1870

CAPITULO III

Culminando esta ardua travesía tratando de desentrañar la historia de Nasca, haciendo varias “pascanas”(descansos) culminaremos este capítulo, manifestando que Nasca siempre fue y seguirá siendo un puerto terrestre, pues en ese tiempo era el corazón mismo donde confluían los escarpados caminos andinos de trocha ,que bajaban serpenteantes de las alturas de Lucanas, Puquio o Chalhuanca, así como era el destino de los migrantes de los pueblos de Acarí y Yauca unidos por el “Camino Real” que iba hacia el sur ,atravesando desiertos como el de “La pampa de los indios bravos” (como se le conocía antiguamente a las pampas de Bella Unión) o las lomas de Pongo y Marcona, sin dejar de contar el pequeño flujo migratorio que venía de Palpa e Ica.

En 1870, aún permanecían frescos algunos acontecimientos importantes que vivió el pueblo de Nasca, como lo fue el terremoto del 13 de agosto de 1868, cuyo epicentro siendo localizado en Iquique (Chile), causó daños considerables en nuestro pueblo y algunas personas fueron testigos del gran Tsunami que azotó el Puerto Lomas, con olas de 10 metros de altura que unieron por varias semanas las playas mansa y brava. Así mismo estaba latente en la memoria de los lugareños, la rebelión de los chinos en la Hacienda Achaco, quienes dieron muerte a su propietario don Pedro Herrera y a su mayordomo, por los abusos que cometían con ellos. Era la época en que las puertas de las casas servían de concentración a partir de las 7 de la noche a las familias del vecindario, reuniones que eran el escenario cotidiano en que la muchachada en pleno, escuchaban extasiados de boca de los mayores las leyendas de “La Pampa de las Cinco Cruces”,”Bernita La Capadora”, entre otras, pero la de “Las amortajadas”, servía para aquellos mocosos que no querían irse a dormir, entre otros bellos relatos.

Pero al margen de todo lo dicho, los nasqueños continuaban en 1870, preparándose como todos los años, para asistir a las ferias regionales que desde fechas ancestrales se realizaban en Nasca, Puquio, Aymaraes y Pampa de Anta, lugares a los cuales llevaban centenares de acémilas (Caballos, mulas, machos y burros), donde por cada uno de estos mostrencos los comerciantes andinos les daban diez vaquillonas o diez toretes (Investigación del Dr. Rodrigo Montoya Rojas:” Triángulo económico Puquio, Nasca y Puerto Lomas”), que una vez traídos a Nasca se les engordaba o invernaba en los grandes alfalfares que eran irrigados por los Puquios o Acueductos preincaicos, para posteriormente ser embarcados a Lima para su respectiva comercialización.
Un especial paisaje que identificaba la morfología de nuestros valles, eran los grandes montes de guarangos, espinos, callacazos o pájaros bobos y carrizales que se conservaban en las riberas de las chacras, y particularmente en la ribera de los ríos, que eran colosales contrafuertes biológicos para defender sus tierras de las grandes avenidas de agua, los mismos que servían para criar su ganado caballar y porcino, a los que se sumaban los grandes bosques de guarango que existían en Pajonal, Mancha Verde, Atarco, Huarato, Usaca, que eran los echaderos de bestias desde la época colonial; sin dejar de mencionar “Las Lomas de Marcona” y “Pongo” ,que en sus buenas épocas era un edén de clavelinas y mil plantas forrajeras. Contaban nuestros abuelos en sus diarias tertulias sentados cómodamente en la Plaza de Armas, el espectáculo que ofrecían las decenas de caballos, burros, mulas y machos que cargados de mercancillas partían a las ferias de Puquio, Aymaraes y Pampa de Anta, que los grupos chiquillos al pie del “Camino Real “ se distraían identificando los colores de los caballos, que pasaban cargados a la sierra, como el : Zaino, tostado, tordillo, palomino, moro, nevado, gateado, bayo, alazán o azulejo, entre otros.

Pero eso no era todo, porque para esas mentadas ferias andinas, los arrieros llevaban en sus piaras de burros ,enormes cargamentos de latas de manteca de cerdo, odres de cañazo, botijas pisqueras (chicas) llenas de aguardiente, vino y cañazo; así mismo llevaban fruta fresca o seca (pasas de uva, ciruelas, higos ), latas de dulces locales como chancaca, machacado de membrillo, níspero ,pasas de higo, ciruelas fraile, sacos de maíz morado, ají panca, pescado seco y sal marina, entre muchas cosas más. Al retornar los nasqueños venían con decenas de alforjas tejidas en Chalhuanca, ponchos de alpaca o vicuñas tejidas en Andahuaylas, sombreros de paño que truequeaban o compraban a los huamanguinos, así como sacos de chuño, quinua, mashua, olluco y charqui de diferentes clases, quesos mantecosos de Lucanas, al pasar por el pueblito de Huayhuas, situado aquí en nuestras cabezadas, traían docenas de zapatos corrientes, llamados “Chaipinos”(botines) cuyos pobladores era expertos en confeccionar, con los cuales se vestían la mayoría de los chicos y jóvenes en Nasca, y aunque no lo crean, traían bloques de hielo envueltos en paja de ”Ichu” desde Pampa Galeras, con lo que las abuelas preparaban deliciosos refrescos helados.

Aquí en Nasca, otrora tierra de grandes viñedos hasta 1920, se producían por esa fecha 25,000 litros de aguardiente y 6,000 litros de vino; algunos escritos nos informan que se producían anualmente unos 10,000 fardos de algodón nativo, conocido también como “Algodón País”; Nasca antaño producía también grandes cultivos de maíz que se cosechaban en tres meses, las que eran vendidas por “cuartillas”(cada una equivalente a 250 mazorcas despancadas) que llenaban un saco, así como mazorcas desgranas que producían un saco de 3.5 arrobas, maíz que se vendía entre 0.80 centavos y 3 soles la arroba.

En los años abundantes en aguas de rio, se requerían de muchos peones que eran “enganchados” en las serranías cercanas, los cuales superaban en muchos casos las mil personas, que llegaban con sus ” quipes”(mantas sobre la espalda) para “la paña”(recojo) del algodón entre los meses de agosto, setiembre y octubre , respectivamente; muchos de ellos dejaron aquí sus huesos sepultados en los cementerios cercanos a las haciendas, cuyas cruces solitarias yacen hoy ya sin nombre, algunas como mudos testigos de las epidemias de paludismo que los asolaba en estos climas tan cálidos. Esta última vía de trabajo permitió que muchas familias andinas se quedaran a vivir definidamente en Nasca, que merece obligadamente un posterior trabajo de investigación .Y ya para culminar, diremos que esta tierra a la cual tanto amamos, es aquel frondoso árbol de guarango que nuestros abuelos plantaron con amor y bajo su copiosa sombra cobijó como a sus propios hijos, a muchas ramas familiares foráneas que hoy conforman esa gran familia que somos los nasqueños.

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