EL VALLE SAGRADO DE TARUGA :
No conocemos de alguien que se haya ocupado de su nombre ni de la toponímica que lo habría originado: TARUGA, otro de los valles sagrados de Nasca, regido por el Apu mal llamado desde la Colonia: “Cabeza de Fraile”. Apu bifronte de calva testa, con una de cuyas caras también vigila el valle de Nasca y con la otra, sus puertas del Sur Oeste. Cuando manda el poderoso “Cerro Blanco” éste gigante vibra alcanzando el bando al coloso Tunga, hercúleo custodio del mar. Ellos son, supremos sacerdotes que en cada áureo amanecer de la Provincia, loan a Kon, el Hacedor, quien creó a los hombres y también a ellos y los puso allí para cuidar de ellos y de las tierras que les dio en heredad.
En las siguientes líneas, amable lector, ofrecemos nuestra hipótesis de que el nombre del citado valle sagrado deriva de las TARUCAS (en lengua quechua) (Hipocamelus Antisensis”-Familia Servidae), especie de venadillos americanos, especialmente andinos. Sustantivo cuya escritura y pronunciación debe haber originado por deformación el vocablo “Taruga”.
Las Tarucas tienen por hábitat las zonas alto andinas, y sus hábitos alimenticios son herbívoros: “pastos de los pajonales, plantas carnosas, arbustos e incluso musgos y líquenes, y también de bosques de queuña de la puna”. No conforme con ésa dieta, bajaban “a las lomas costeras en épocas de floración” incluso hasta la misma orilla del mar. Porque, redundando, gustaban “de los ambientes abiertos de pastizales de altura de las yungas (por arriba de los alisos) y de las estepas rocosas”.
Por tanto y en nuestra personal hipótesis, en épocas del reino del Arco Iris (Nasca) las Tarucas observaban un ciclo alimenticio y climático que las impulsaba a trasladarse de la sierra hacia la costa, haciendo “pascanas” gracias a corredores naturales preñados de tupidos arbustos. Uno de esos corredores en los que estampó sus huellas durante miles de años, sirvió a nuestros nasquenses para trazar una ruta que los llevó a relacionarse con Huarpas y Rucanas (región de Lucanas) y que siglos más tarde utilizarían los conquistadores del Qosqo construyendo sobre ella el Camino Real que los trajo, vía Nasca, hacia territorios yungas y al Océano Pacífico.
Acosadas por el puma, temible predador, las Tarucas (ó Tarukas) bajaban desde las alturas de Lucanas a Pampa Galeras, Huallhua, Ronquillo, hacia diversas vertientes: hacía Usaca-Las Trancas, Copara, San Carlos y/o hasta alcanzar la quebrada Guanillo-Taruga y saciar su apetito en los inmensos pajonales que habían en el valle sagrado. Tal vez y como el guanaco que también bajaba (y baja) cruzando las áridas pampas hasta el filo del mar para hinchar sus pulmones con la brisa marina y saborear el “cogollito del llanque, -planta de roja flor- y también de cierto tubérculo que brota en ésos parajes, como afirmaba don Salvador Navarro (“Soberanos de las Pampas”).
Allí, en el valle sagrado las esperaban nuestros nasquenses quienes les tenían anticipada redada para cazar solo el número necesario: a cierta altura y a lo largo de la barrera rocosa que oculta a Taruga, existen multitud de “miradores” hechos de piedras desde donde seguramente los guerreros-centinelas cuidaban sus posesiones (espacio territorial) de sorpresivos invasores y además aguardaban y oteaban el receloso ingreso de las Tarucas al valle, en grupos que alcanzaba hasta 14 ó 15 individuos. La modalidad de caza nasquense quizás sea una versión más antigua del conocido “Chacu” cusqueño.
Han expresado los estudiosos de la materia, que los nasquenses apreciaban la carne de las Tarucas con la cual preparaban el “Charqui”; con su piel trabajaban mantas y abrigos y además, diestramente secada y tensada, confeccionaban sus “huaracas” ú hondas y tambores, y las cabezas y cornamentas las usaban para ciertos rituales religiosos y supersticiosos: en tumbas nasquenses se han hallado patas de venados (Tarucas) a las que asignaban una significación de amuletos sagrados.
Debe ser de público conocimiento que las Tarucas han sido declaradas una especie en extinción y que está protegida por leyes, habiendo una reserva en Pampa Galeras en donde comparte con nuestros auquénidos oriundos. Sabemos también, que últimamente La Municipalidad de Nasca ha decidido poner en valor la zona arqueológica de Taruga con fines turísticos. ¿Por qué no? Entonces decimos nosotros, atendiendo a la vieja historia mutua de éste precioso ejemplar con nuestros ancestros y su “Reino del Arco Iris”, bien podría crearse allí, en el valle sagrado de TARUGA, una pequeña Reserva poblada de Tarucas, ambientada con su hábitat natural. Mientras todavía hay quienes siguen soñando con camellos de Marruecos para el desierto iqueño, nosotros en concordancia y coherencia con la reciente y sonada reafirmación de la “Identidad e Integración Cultural” de la Región:
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1 comentario:
Algo mejor no podía hacer Sixto Fernandez, has hablado del lugar más hermoso de la tierra, gracias.
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