jueves, 24 de abril de 2014

Cultura y Eventos : "Nasca: asesinato de apócrifa leyenda" II

NASCA: ASESINATO DE APÓCRIFA LEYENDA
PARTE II

Por Conde Chaucato

En la primera parte resumimos y recusamos el texto de una respetable pero confusa, desconocida y descolorida “Leyenda del Cerro Blanco” de anónimo autor. Y como lo ofrecimos, en ésta parte la contrastaremos con la más sólida versión que conocemos, conservada por muchísimos años por nuestro señor padre, don Sixto I. Fernández Lancho, Primer Periodista de la Provincia de Nasca, acucioso recopilador de historias, leyendas, tradiciones y costumbres de nuestro amado pueblo de Nasca.

Pero antes y por su inmenso valor concurrente, volquemos nuestra atención a la narración de una peculiar apuesta que sobre el misterio de las lluvias en Nasca hicieran dos notables personajes de antaño. Narración rescatada e inserta en las páginas 57-61 del importante libro “Cronista de Nasca” (2008) del destacado y siempre recordado Hijo Adoptivo de Nasca, don Salvador Navarro Cossío (f).
Ese relato ofrece la más rotunda evidencia de que don Ernesto Muñóz Obregón, conocido hacendado y dueño de la hacienda Jumaná, habría conocido de cerca una legendaria versión oral del ancestral ritual nasquense para invocar las lluvias al Apu Cerro Blanco: Para ganar la mentada apuesta envió a dos trabajadores a procurarse agua de mar en “potos” (recipientes de barro) y acarrearla hasta la cima del Cerro Blanco en donde la vaciaron en medio de secretos rezos, plegarias ó rogativas que se han perdido para siempre. El resultado de aquello fue una torrencial lluvia.

Tal testimonio posee la virtud de consolidar la legitimidad de la “Leyenda del Cerro Blanco” atesorada por nuestro señor padre. A partir de ésta y no de otras, se deberá intentar develar y re escribir el auténtico MITO DE LAS LLUVIAS de nuestros nasquenses, en el marco de su teogonía: El ritual descrito en la Leyenda y en la famosa apuesta, se desarrollaba en el Cerro Blanco. Aquél está “amarrado” y sin duda se complementaba con el que se hacía previamente en medio de las Pampas, entre danzas y cánticos y encargando el clamor a los dioses alados allí dibujados para que lo llevasen a los cielos. Luego se dirigían al gigantesco Apu. Recuérdese que tanto en las faldas y cima del Cerro Blanco como en las mismas Pampas, se han hallado gran cantidad de trastos rotos: en éstas últimas también se vaciaba agua de mar que además tenía el efecto adicional de servir de fijador para hacer indelebles a los trazos.

Y la música ha sido uno de los lenguajes con que nuestros nasquenses dialogaban con sus dioses: infinidad de tambores, botellas silbadoras, pitos, antaras, flautas de pan, etc. fueron creados para tal. En éste tema, nuestro entrañable y admirado Miguel Oblitas ya ha ofrecido magistrales ejecuciones con milenarios instrumentos originales.

Esperamos y confiamos que él nos legará una amplia versión escrita de tales interpretaciones y su significación.

LEYENDA DEL CERRO BLANCO

Por: Sixto I. Fernández Lancho

“Contábase que antiguamente, Nanascca era un paraje inhóspito por lo desértico y temiblemente seco. Y es que las avenidas estivales solo daban temporal solución luego de hasta ocho años continuos de sequía.

En uno de ésos calamitosos períodos, la congoja y angustia se tornó en desesperación: todo ruego, toda súplica parecía no ser escuchada; entonces todos los habitantes decidieron acudir en masa a los pies del sagrado Cerro Blanco y al que lo consideraban encantado y creían que de cuando en cuando se ponía furioso y “bramaba” porque estaba manifestando algo.
También había leyenda de que era un volcán de agua, y que de él nacía el puquio de Bisambra, el mismo que por ser también encantado tenía la virtud de que, quien bebía sus límpidas y cristalinas aguas, ¡Ya no se iba de Nasca!

Desde tiempos remotos se había enraizado la creencia y costumbre de depositar recipientes ó “porongos” llenos con agua salada traída desde el mar y depositarlos en su cumbre (que dominaba la quebrada), todo ello en un ritual que incluía oraciones e invocaciones al dios Kon Tiki Wiracocha pidiéndole su presencia y clemencia.

Es así que estando el pueblo nasquense rogando con gran clamor y llanto, el dios escuchó el ruego y descendiendo se posó en la cumbre del Cerro Blanco desde donde contempló la desolación del valle producto de la sequía y la desventura del pueblo al cual había olvidado y que le imploraba clemencia.

Entonces sintió el dios profunda pena hasta derramar torrentes de lágrimas y ofreciendo que ellas se convertirían en manantiales permanentes.

Aquella promesa se hizo realidad y aquellos manantiales afloraron en distintos lugares. Pero más tarde, los aborígenes celosos o temerosos que los malos espíritus se los robaran, idearon magistralmente los puquios con sus largas galerías para encerrar dentro de ellos como su más grandioso tesoro dado por su dios, ésas divinas lágrimas.
Nuestros Acueductos son pues, vivo testimonio de aquel hecho portentoso”.

Ofrecemos, a estudiosos como el Dr. Oreficci y también nuestro acreditado don Josué Lancho y muchos más, éste material inédito. Encuentren en él, luces y voces del hasta hoy, insondable, hermético y esotérico mutismo con que los arcanos han vestido a nuestro genial pueblo nasquense. Y para el Turismo, invitamos y acicateamos la creatividad de nuestros jóvenes nasqueños para estructurar un libreto y recrear teatralmente cada año el “Mito de las Lluvias en Nasca”, tanto en las Pampas como en el Cerro Blanco. Esas sí que son actividades culturales que enaltecen a pueblos que aspiran a ser calificados de CULTOS.

Finalmente, decimos a ciertos operadores turísticos que vienen promoviendo a la sagrada montaña nasquense como un lugar para divertirse y hacer “deporte”: ¡ALTO!, ¡VÁYANSE A OTRO SITIO!

Exigimos un pronunciamiento a las augustas autoridades de la Cultura de Nasca y la Región:

¡HÁGASE RESPETAR A NUESTRO APU, CERRO BLANCO!

Condechaucato@yahoo.es

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