domingo, 17 de octubre de 2010

Cultura: La Batalla de Nasca Cap. IV


SED DE GLORIA

(Recordando la batalla de Nasca: 14 de Octubre de 1820)

Estupefacto, el cóndor los vio atravesar los gélidos Andes argentinos hacia Chile y las estrellas acompañaron a su Expedición por las frías aguas del Océano Pacífico rumbo al Perú. Pero ése día 14 de Octubre de 1820, ellos recorrían una desértica faja costera bajo el fulgurante sol de los Naskas. En verdad ésos hombres eran invencibles... ¿Qué podrían hacer las temerosas y huidizas huestes del opresor ante su arrolladora y decidida empresa?


Ardía el desierto y era penosa la marcha forzada; crujían los guijarros bajo los cascos de las bestias y las botas vencedoras. Sol inclemente…escasos y tercos arbustos sin frutos…lagartijas…desierto... y más desierto…pero ellos seguían obsesivamente hacia adelante. Y es que ése día, todo parecía dispuesto para que hombres y bestias se entendieran en un mudo lenguaje: el coronel Manuel Rojas y sus guerreros, con sus indómitos caballos. Apretaban sus labios los primeros, y murmuraban -sin blasfemar- escupiendo con impaciencia…impaciencia en medio de la cual,¡ la sed de agua cedía a la sed de gloria! Y como sus amos y camaradas, los nobles cuadrúpedos tampoco pedían agua... ¡ellos también tenían sed de gloria! Y mientras sus cascos reducían la distancia, ¡expulsaban blancos espumarajos que el desierto con avidez tragaba! Sol inclemente…escasos y tercos arbustos sin frutos...lagartijas... desierto y más desierto…pero nada podía detenerlos. Y mientras atravesaban ésa tierra sagrada donde bajo sus cascos y botas dormían viejos, valerosos guerreros y geniales artistas, ¡sintieron la voz de arcanos oráculos!


Por fin alcanzaron el pueblo de Nasca, cuando al Poniente se dirigía el sol: Éste, con paciencia de artífice había acrisolado por horas su talante; ¡ahora tocaba a la fresca brisa empujar sus arrestos! El coronel Rojas no dijo nada...solo giró sobre la montura para observar al sol en el último cuadrante, tal vez recordando los incendios del ocaso que sus llamaradas producen en la pampa gaucha... Luego miró a sus guerreros, uno a uno y también a sus caballos. Voluntariosa aunque ligeramente rezagada, venía la infantería. Pero los segundos pulverizaban el éxito que la sorpresa les prometía… ¡Ya estaban allí! ¡Para eso habían corrido! El corazón galopaba en el pecho de ésos valientes mientras los cuadrúpedos resoplaban golpeando con sus cascos el suelo al compás de sus terribles pulsaciones…


Entonces, el coronel no esperó más y tomó la decisión correcta: desenvainó su espada y la alzó muy alto, ofrendándola al dios de la justicia. En ése instante su invicta hoja reflejó mil haces rojizos del sol del ocaso sobre los rostros de hombres y caballos mientras sus ojos parecían decir: …”ECHEMOS LAS SUERTES… ¡BEBAMOS LA GLORIA!”


Y como míticos centauros que parecían multiplicarse, cabalgaron con furia de siglos, escribiendo con sus lanzas y espadas ¡la EPOPEYA DE NASCA! ¡Y bebieron hasta hartarse en el cáliz púrpura de la Libertad!


¡Oh, sol de los Naskas! ¡Oh, eternidad! ¡Cuéntenle a la Historia de los hombres, por qué NASCA ES TIERRA DE LIBERTAD!



*Conde Chaucato es el seudónimo del periodista Sixto Fernández Alvarado, hijo de otro ilustre nasqueño Don Sixto Fernández Lancho.

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