“UNA ALMA EN PENA”
Una noche, en cierto día
que iba a lomo de caballo
no le asustaban los rayos
a un valiente policía.
Con esa raza bravía
una noche sin cadenas
se presentó un alma en pena
que impactó tremendo susto
casi mudo de disgusto
pudo contar su condena.
En aquellos tiempos en que no existía carretera, el traslado de personas y cosas se realizaba a lomo de bestia. Cuentan antiguos habitantes del sector de nuestra quebrada, un hecho insólito, que quedó marcado en la mente de varias generaciones y, que hasta ahora, algunos ancianos todavía relatan este hecho, cuando se reúnen.
Un hacendado de la quebrada, valiéndose de sus buenas relaciones, consiguió que a su pueblo le enviasen un policía, para que ponga un poco de orden, en vista que ciertos forajidos, estaban asolando la comarca, robando algunos animales; dicho efectivo se puso en marcha, porque tenía que llegar a su destino, llegada la noche buscó un lugar indicado para descansar, el lugar era una “aguada”; desensilló el caballo, lo amarró para que luego coma y tome agua; él preparó su comida y se propuso dormir; al rato escuchó una voz quejosa y lastimera, como de ultratumba, que le decía : “Mamerto, sé que vas para el pueblo, te pido que le digas al padre Juan, que soy un alma en pena, que necesito que me absuelva y me de sus bendiciones, para que mi alma pueda descansar; voy a ir tal día, a tal hora por el río del pueblo. “El caballo se espantó, el policía no sabía si era un sueño o pesadilla; nuevamente escuchó la voz que le repetía lo mismo; presuroso se levantó, fue en busca de su caballo, lo ensilló y arrancó en una loca carrera, que no paró hasta llegar al pueblo, dirigiéndose directamente a la pequeña iglesia; tocó la puerta reiteradamente, hasta que salió el padre Juan, diciéndole asustado : “padre, padre, le traigo un mensaje urgente”. El padre le dice pasa hijo, dime de qué se trata; el policía le relató todo lo que había pasado y el respectivo mensaje. El padre Juan se quedó asombrado y pálido a la vez ante tales aseveraciones; salió el policía y se refugió en la primera cantina que encontró, difundiendo todo dentro de su borrachera. La población en pleno se enteró de tal hecho, y ansiosos esperaron el día, la hora y el lugar indicado, por la llegada del alma en pena. Llegó el día indicado, la población en pleno se ubicó en la ribera del río horas antes; todos esperaban la presencia del padre Juan, llegó la hora indicada y se sentía la presencia del alma en pena, y el padre no apareció por ningún lado, todos sintieron, pero no vieron la presencia del alma en pena a su paso por el río, tiñendo de sangre las aguas del río y escuchando un grito desgarrador, que asustó a todos los que habían asistido a la cita, quienes despavoridos se fueron a refugiar a la pequeña iglesia, a rezarles a los santos, encontrando al padre Juan, muerto de miedo, arrodillado, rezándole al Cristo crucificado. Mientras tanto el alma en pena, sigue penando, buscando un padre valiente que lo absuelva, para que su alma descanse en paz, y deje de penar.
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